Todavia tienes una anecdota dentro de un cine porno? Aun existen en tu ciudad? Pues dale una mirada a esta pagina y te daras cuenta que no eres el unico. Si tienes alguna experiencia que contar .... estamos ansiosos de conocerla.

martes, 13 de octubre de 2009

VERGA SE COME A MACHO.


Sientate y relajate, porque este video de casi 21 minutos, muestra una verga descomunal, cachandose  A PELO a un macho real.

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lunes, 12 de octubre de 2009

MAMADA A FUTBOLISTA


Una mamada a la vergaza de un futbolista que actualmente juega en la liga peruana.

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http://dosesferas.blogspot.com/2007/03/mirna-pereira-y-diego-salvaje-martinez.html?zx=7e8538399c4f80bd



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sábado, 3 de octubre de 2009

Yo me tiré a Policía Pasivo




Dedicado a Daniel, el Policía Pasivo

Fue a principios de este año que encontré el anuncio de Daniel, un policía que decía tener opción de pasivo en una conocida página de la web. Con bastantes dudas de por medio, decidí agregar la dirección que especificaba. La curiosidad pudo más. No demoré mucho en contactarlo por MSN y empezamos a hablar. La única diferencia entre nosotros eran básicamente las edades: Daniel tiene 35 años, yo 28, él es pasivo, yo activo, él es algo más alto que yo, etc. Cuando lo vi por webcam me pareció un tipo sumamente apetecible, sobre todo por su boca de labios gruesos (chupadores, lo intuía ya) y por lo que él mismo me dijo: "tengo un culazo de negra que te va a encantar". Vino el chequeo respectivo, la enseñé mi verga por cam, le pareció también apetecible, sobre todo por ser algo cabezona y gruesa, nada del otro mundo, pero de medida oficial para nuestro primer encuentro en el ring de las cuatro perillas.

La calentura estalló en nuestro primer encuentro sexual unos días después, cuando ya me había cerciorado por mis propias fuentes que Daniel era casado, como efectivamente me había dicho, y policía. Lo vi con su uniforme celebrando el día del padre en una foto. Todo bien, pues no buscábamos nada serio, ni sorpresas de última hora. Recuerdo que en esos días, el tombo Daniel cuidaba a solas una depencia en Lince, y desde ahí me llamaba al fijo de mi casa. Me pedía que fuera a verlo y que me lo tirara ahí en su oficina, cosa que finalmente no acepté por parecerme demasiado riesgosa. Por teléfono conversábamos de muchas cosas, pero especialmente de la forma en que iba a tirármelo apenas Daniel tuviera tiempo libre. Era muy exigente en cuanto a los detalles: poses, orden, tiempos, etc.; a Daniel le gustan los amantes creativos y dominantes, debe ser por eso que nos entendemos tan bien en la cama. Hicimos buenas migas en ese tiempo y finalmente nos encontramos una noche, muy tarde, casi a medianoche, en un restaurante del boulevar de Risso. Todavía recuerdo su buzo azul marino y sus ojos tímidos, casi temerosos, de princesa primeriza. Subió hacia la segunda planta del restaurante donde lo esperaba, me saludó normal, Daniel era muy varonil, felizmente no hubo problemas con eso. Yo tomaba el café para terminar de despertarme, pues cuando me animé a acudir al encuentro estaba por meterme a la cama a correrme una paja. Hablamos, le pregunté si quería algo de tomar o comer y pidió un té. Finalmente fuimos a un telo bastante discreto de las inmediaciones y empezó la acción.

Apenas entramos se metió a la habitación como un ratón a la ratonera. Me pidió que fuera yo el que entregara el DNI en la recepción, "porque tú eres el hombre y yo tu flaquita a la que vas a sacar de pito". Esas palabras me calentaron más. Le ofrecí comprar lubricante, que se le había olvidado comprar, pero me dijo que con saliva él se las arreglaría. Yo solo sonreí, cuánto lamentaría el culito del buen Daniel esa decisión. Cuando entré en la habitación, Daniel estaba sentado en la cama, todo el trayecto al hotel había estado fumando muy ansioso. Ahora lo veía nervioso. Le pregunté si lo estaba y él asintió sin hablar, con esa mirada tan tierna que a mí me ponía la verga más y más dura. Le acaricié la cara lentamente y le dije "no te preocupes, te voy a tratar como mi hembrita". Entonces hube de recordar viejos tiempos, cuando tuve una enamorada que desvirgué. En fin. Sin perder más tiempo le di a Daniel un beso con lengua que lo hizo temblar entero, sumamente intenso para bajarle los nervios, y a él efectivamente le agradó, porque no quiso soltar ni mi boca y ni mi lengua. Aún recuerdo los labios de Daniel, gruesos y suaves, que harían muy bien su faena a la hora de chuparme la verga. Pero no me adelanto. Entonces le cogí el cierre del buzo y lo fui abriendo lentamente, mientras metía mis manos entre sus tetillas que trataba suavemente, como si fueran pezones de hembrita, y luego empecé a recorrerlo por debajo del polo, con mis manos frías que invadían su cuerpo tibio, que no dejaba de temblar. Así fui desnudándolo lentamente, recorriendo sus nalgas enormes, "de negra", como me había dicho, y empecé a meterle un dedo, luego dos, pasándolos suave primero, como si fuera la vagina de una chica. Él en esos momentos ya se había soltado, entre besos con lengua y caricias en zonas calientes, entre todas las veces que le jalé sus pezones con mis dientes, sus gemidos se hicieron más notorios, y me dijo "qué rico lo haces, papi".

Cuando lo había desnudado casi del todo, se dio cuenta de que mi verga estaba a mil y que necesitaba cariño. Entonces se la metió a la boca delicadamente y empezó a chuparla con tanta devoción y amor que no he podido olvidar esa chupada, que ni siquiera gente que conozco años ha logrado igualar. Daniel me había contado de sus incursiones en los cines porno, en el "Maximil" o como se escriba, de todas las vergas que se había comido pacientemente, aprendiendo como un estudiante de intercambio, hasta perfeccionar su técnica. Yo me desnudé rápidamente mientras él tomaba con su boca mi verga y la chupaba y chupaba hasta ponerla más y más dura. Nos metimos a la ducha y empezó a comerse mi verga con aún más devoción, la peló y aisló la cabeza con sus labios, que la succionaban a la vez que la lengua se movía a mil por hora en la punta. Sin duda la mejor chupada de pinga de mi vida. Recuerdo que mi cabeza se hinchó más de lo que alguna vez vi, lo cual haría padecer al culito del pobre Daniel minutos más tarde, y que él incansable no dejaba de chupármela, como si fuera una prueba de resistencia. "En verdad chupar tu pinga me gusta demasiado, papi", me decía. Me encantaba escucharlo, cada cosa que decía me arrechaba más y más. Y la parte en la que se metió mis huevos a la boca y los succionó fue excelente, era como si Daniel hiciera todo lo posible para acortar el tiempo de la penetración con altas dosis de placer en mi verga, pues yo le había prometido un largo rato de penetración.

Finalmente lo llevé a la cama y le metí la lengua por las orejas y le hice pequeños mordisquitos en el cuello. Eso hizo que su cuerpo vibrara con más intensidad y que me pidiera la pinga pronto. "Por favor, ya no puedo más, métemela, por favor, métemela", me decía casi desesperado, suplicante, como si no hubiera probado una verga en siglos. Lo cierto es que Daniel no estaba acostumbrado a previos tan largos, pues la mayoría de polvos que tenía en su marcador se debían a activos casuales que conocía en los cines porno y que se lo tiraban en la sala o en los baños, tratando de apurar la venida, de "botar el taco" antes de ser descubiertos por los cuidadores de las salas. Conmigo se desesperaba como una mujer a punto de tener su primer orgasmo. Más cuando empecé a sobar mi pinga entre sus nalgas, cuando lo tuve boca abajo. Entonces empecé a mordisquearle suavemente la espalda hasta llegar a sus nalgas, donde los mordisqueé sin compasión, ante su pedido de que siguiera, que no cesara de hacerlo. Le metí un par de dedos al culo al verlo tan dilatado y él soltó un gritito que se desvaneció ante mi llamada de atención: "Silencio, Danielito, muerde la almohada". Y así lo hizo, mientras mis dedos avanzaban hacia sus entrañas, haciendo el camino que recorrería mi verga. Le metí la lengua con toda mi fuerza, como si fuera un pene suave, y lo escuché deleitarse desesperado. Ahora era yo el que no podía más, así que me puse el condón lo más rápido que pude y se la metí de frente. "¡Auuuu, no, auuuu, me duele!", lo escuché gemir. "Así no quiero, auuuu, ¡sácala, sácala!" Y hasta amenazó con dejar todo ahí. Entonces me impuse con firmeza y cariño: "Si tú eres mi hembra, tienes que aguantar mi pinga. Toda hembra aguanta la pinga de su marido, ¿no?" Y como no dijo nada, le di la primera nalgada, con fuerza. "¿No es así?", insistí. "Sí, papi", me dijo el tombo Daniel más dispuesto. Lo curioso fue que en toda esa pelea mi pinga había entrado por completo a su culo. Y pensar que la cabeza había tenido algunas dificultades al entrar. Teniendo el culo ya más dilatado y con algo de saliva empecé a darle con toda mi fuerza en la pose de perrito, descargando todas mis ganas guardadas en esas noches de conversaciones y pajas, lo más fuerte que podía. Le daba tan duro que él mismo empezó a decirme "papi, qué rico lo haces, me encanta ser tu hembra", lo que hacía que me excite a límites que no conocía. Entonces lo puse piernas al hombro y se la metí ya más fácil. "Cuando te estés tirando a tu mujer, quiero que te acuerdes cómo te estoy tirando yo", le dije. Meses después, Daniel me confesaría que tuvo impotencia sexual con su señora durante casi un mes después de nuestro encuentro. Pero en ese momento, excitado se jalaba los pelos o se metía a la boca los dedos de mis manos, como si no pudiera más, como si estuviera por perder la razón. Sin lubricante la tarea se hacía más difícil para mí, pues quería prolongar la penetración el mayor tiempo posible, no estaba dispuesto a terminar tan pronto. En plena penetración, teniéndolo piernas al hombro, Daniel me empieza a decir "¿ya te vas a venir?". Un aguafiestas. Terco, sordo, seguí dándole con todas mis fuerzas en esa pose especialmente dolorosa para él. "Quiero escuchar que eres mi hembrita", le dije para distraerlo y ganar tiempo. Y él me decía "soy tu hembrita, y tu eres mi macho, dame tu pinga, solo la quiero para mí, solo para mí", con desesperación. Entonces cuando lo cambié de postura para darle de costadito, me dijo que le ardía el culo. Le dije que yo podía comprar lubricantes cerca de ahí o lidocaína o dilocaína (como diablos sea), pero él me dijo que ya no podía, que le dolía demasiado, que no estaba acostumbrado a que lo penetren tanto rato seguido. Yo intencionalmente había calculado mis tiempos y me estaba aguantando la venida. A pesar de mis intentos, el tombo Daniel me dijo que le dolía y que estaba cansado. Le dije "ya fue, no importa". Con mi cara de asado me recosté en la cama y él notó al instante mi molestia. Como una mujer en falta se ofreció a chupármela, pero hice como si no me interesara. Me acarició el cuerpo, trató de besarme, pero al ver que jalaba el cubrecama, se lanzó sobre mi pinga a chuparla con desesperación. Lo hizo tan rico que la ligera cólera que tenía se me pasó enseguida, pues se esmeraba en hacerlo. Me decía que le diga que era su hembrita. Nos complacíamos, él con sus chupadas espectaculares y yo con mi pinga que la sacudía contra sus labios y su cara. Después de chupármela largo rato le salpiqué toda la boca con mi leche, pero no siendo suficiente eso, volvió a engullírsela y a tragarse toda la leche restante mientras ahora era yo el que no podía soportar tanto placer en la cabeza de mi pinga que acababa de venirse.

Esa noche, la primera noche que dormí con Daniel, me recosté a su lado y acomodé lo que quedaba de mi verga erecta entre sus nalgas. Dormimos juntos profundamente, piel con piel, hasta muy temprano en la mañana, pues él tenía que entrar a su servicio. En esos días aún no sabía mucho de sus otras incursiones, de las colaboraciones que había hecho en esta página; no sabía nada de esta comunidad entusiasmada con los cines porno y los tombos. En fin. Esa fue la primera vez de toda una aventura que seguiré contando, en añoranza a mi Policía Pasivo, que está fuera de Lima por el momento, aunque siempre en contacto, con el que nunca faltará un buen recuerdo carnal, como el de esa noche, ¿verdad, Daniel?



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